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La Epidemia Silenciosa

El Flagelo de la Violencia Contra los Niños en Panamá

La tranquila serenidad de Panamá se ve eclipsada por una epidemia silenciosa: la violencia contra los niños, niñas y adolescentes. En un país donde la belleza natural y la riqueza cultural son prominentes, la sombra de la violencia se cierne sobre la inocencia de los más jóvenes. La violencia doméstica, el crimen organizado, las pandillas y hasta la violencia cultural están cobrando un precio devastador en la juventud panameña. Los datos son desgarradores: el año pasado, 47 menores de edad perdieron la vida a manos de la brutalidad, cinco de ellos no superaban los cuatro años de edad, según estadísticas del Ministerio Público.

El impacto de esta violencia se ha vuelto imposible de ignorar. Un caso reciente que ha conmocionado a la nación fue el trágico homicidio de un niño de apenas 8 años durante una actividad deportiva en el distrito de Chitré, en la provincia de Herrera. Este incidente ha avivado el debate sobre la efectividad de las políticas de seguridad y prevención de la violencia en Panamá, llevando a figuras políticas como el diputado Hernán Delgado a expresar su consternación por el aumento de los casos de homicidios en el país.

El diputado Delgado denunció que en Panamá se está matando sin contemplaciones, sin importar la edad, la ubicación geográfica o la razón. Esta ola de violencia ha cobrado la vida de 556 personas el año pasado, con un promedio de 32 a 57 víctimas por mes. Las provincias más afectadas han sido Panamá, Colón, Panamá Oeste y Chiriquí, según datos del Sistema Nacional Integrado de Estadísticas Criminales (SIEC, 2023).

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Lo más alarmante es que entre estas estadísticas se encuentran los casos de menores de edad, cuyas vidas se ven truncadas antes de poder florecer. Niños entre 0 y 4 años, así como adolescentes de 10 a 14 años y jóvenes de 15 a 17 años, han caído víctimas de la violencia en diversas circunstancias. Incluso en los primeros meses de este año, el Ministerio Público ya había registrado el asesinato de 9 menores de edad, subrayando la urgencia de abordar esta crisis.

Un caso que ha estremecido a la nación fue el rescate de un niño de 8 años que había sido sometido a inimaginables actos de crueldad por presuntos miembros de una secta en la comarca Ngöbe Buglé. El niño sufrió torturas con tizones y cucharas calientes, dejando graves secuelas en su cuerpo tras semanas de encierro y privación de alimentos.

Este caso, junto con otros incidentes espeluznantes, ha puesto de manifiesto la persistencia de la violencia cultural en ciertas comunidades, como señaló la activista de derechos humanos Lucy Córdoba. Además, se han registrado casos de filicidio, como el ocurrido el año pasado, donde cuatro niños fueron brutalmente asesinados a machetazos por su propio padre en la comarca Ngäbe-Buglé, antes de suicidarse.

La violencia contra los niños también se manifiesta en los intentos de secuestro en Panamá Oeste, lo que ha llevado al diputado Leandro Ávila a urgir a la Asamblea y a la sociedad en general a tomar medidas para garantizar la seguridad de los menores.

 

Estas tragedias no solo afectan a las víctimas directas y sus familias, sino que también tienen un impacto corrosivo en el tejido social. Según el sociólogo Santos Ramírez, las muertes violentas generan debilidad e inestabilidad en los núcleos familiares y comunitarios, exacerbando la angustia, la enfermedad y la inestabilidad económica.

El análisis de las estadísticas de homicidios revela patrones preocupantes. Los domingos son el día con mayor incidencia de homicidios, seguidos de los lunes y los sábados. Además, la mayoría de los homicidios ocurren durante la noche, con un alarmante número perpetrado con armas de fuego. Estos datos reflejan la urgente necesidad de abordar la proliferación de armas y la cultura de la violencia que prevalece en ciertos sectores de la sociedad panameña.

El diputado Delgado ha criticado la inoperancia del sistema de justicia, señalando que un alto porcentaje de los perpetradores de estos crímenes no enfrentan consecuencias por sus acciones. Insta a todos los actores involucrados en la formulación de políticas públicas a unirse para encontrar soluciones que frenen esta epidemia de violencia, que no solo arrebata vidas inocentes, sino que también socava el crecimiento y desarrollo de la nación.

La violencia contra los niños en Panamá es un problema multifacético que requiere una respuesta integral y coordinada por parte del gobierno, las instituciones judiciales, la sociedad civil y la comunidad internacional. Es fundamental abordar las causas subyacentes de esta violencia, incluida la pobreza, la desigualdad, la falta de oportunidades y el acceso limitado a la justicia. Solo a través de un esfuerzo conjunto y sostenido se podrá proteger a la próxima generación de panameños y garantizarles un futuro seguro y próspero.

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